«Maestro de las juventudes de América» le llamaron los estudiantes de América del Sur, que vieron en el hombre que escribía una Metafísica y militaba en las filas de Madero la clave para entroncar el mundo ideal de la cultura con el mundo real de la vida patria. Prefirió siempre ser filósofo en el sentido platónico y por eso su magisterio se ejerció, sobre todo, a través de su obra escrita. Maestro ,también por la magnífica y valiente defensa de su estirpe hispánica -bastaría leer la Breve Historia de México y De Robinson a Odisea- y por su manera fuertemente personal de encararse con los problemas filosóficos; por las inestimables sugerencias que brinda y hasta por las violentas reacciones que suscita. Si cabe hablar de genios en Ibero América, nadie con mejor derecho para ser clasificado así que el creador de la Filosofía estética.
Estética no es para v. el tratado de lo bello. Es algo muy diverso. Consiste en redimir el mundo físico trocándole su ritmo de material en psíquico. Los cuadros de, la Naturaleza, destinados a desaparecer, son salvados por el hombre que los conmuta en ritmo, armonía y contrapunto. El amor, alma de la Estética, es la fuerza que emprende la reintegración de lo disperso a lo Absoluto. La ley del espíritu (su función estética) es realizar una coordinación viviente de los heterogéneos sin sacrificar la cualidad. Las imágenes vivas de las cosas las maneja el espíritu humano en el crisol de su triple a priori estético: ritmo, armonía y contrapunto. Aquí reside la belleza. La operación estética, en esencia, radica en aislar la cosa de su ritmo nativo, a fin de incorporar su movimiento al ritmo del alma. Estamos en el reino del subjetivismo. Con mente kantiana, V. adopta las ideas de Nietzsche sobre la tragedia griega, convirtiéndolas en categorías; y añade a las dos categorías nietzscheanas de la belleza, apolínea y dionisiaca, una más: la mística. Cree V. que ha descubierto nada menos que un órgano estético en el hombre. Este órgano, que posee un sentido de orientación y que nos lleva a un equilibrio energético de composición, lo encuentra V. en los conductos semicirculares a donde convergen las impresiones cerebrales conscientes y las sensaciones internas o cenestesia, brotando de este concurso la unidad fundamental del yo.
El ser se manifiesta por caminos de emoción existencial (Metafísica, 1929). En la cosmología emanatista y dinámica de V ., que niega implícitamente la extensión, el Universo se presenta como un cuerpo único con irradiaciones emotivas. Todo es ser y todo, para ser, participa en una misma sustancia, aunque en diverso grado y calidad, según su cercanía del Ser Absoluto. Si la esencia de lo ético es el acto teleoklino que se rige por ciertas normas, ética será, para nuestro filósofo, «toda disciplina de vida», toda potencia que se traduzca en acto. También en la Ética (escrita en 1932) es fácil reconocer el platonismo de Vasconcelos. El Absoluto, último y supremo fin de todo lo existente, atrae al hombre, libremente, para que redima y salve a la Naturaleza ciega sumida en la inconsciencia. La Naturaleza, sedienta de unidad redentora, es un dócil instrumento del hombre para la trasmutación a planos espirituales.
En Filosofía, V. reclama el derecho a que se juzguen como originales suyas las tesis siguientes: a) La teoría del apriori estético, en la cual se afirma que el fenómeno de la belleza obedece a formas específicas, que son: el ritmo, la melodía, la armonía y el contrapunto, independientes de las formas lógicas aristotélicas. (Salta a la vista la mera trasposición de la estructura musical, por lo que no es nada original). b) La teoría de la coordinación mental que liga conjuntos heterogéneos. Cuando pensamos en un objeto, p. ej., ponemos en un sector de la mente lo que. nos dicen de él la Física, la Química, la Literatura, y así la labor del filósofo consiste en coordinar esas esferas del conocimiento para lograr algo que ya no es logos sino armonía. La verdad, en consecuencia, ya no es la reducción de lo particular a lo general, piensa nuestro filósofo, sino el secreto de la coordinación de valores irreductibles uno al otro, pero que se ligan por la vida y la acción, dando por resultado una existencia como armonía. c) En su ensayo intitulado La Sinfonía como forma literaria, V. lanzó por primera vez la tesis de que el arte supone la combinación de elementos heterogéneos que se coordinan en forma no intelectual, sino armónica y estética, a fin de producir efectos de conjunto, que son perfectamente inteligibles y además sensibles y que no tienen nada que ver con las conclusiones lógicas de la mente. Esta tesis coincide con las ideas sobre la belleza del poeta Elliot, en sus Cuartetos, escritas como diez años después, según lo ha hecho notar el filósofo norteamericano Philip Wheelwright.
Tomado de:
A. Basave Fernández del Valle. La Filosofía de José Vasconcelos. México. 1973. pp 315